En búsqueda del príncipe azul
El concepto del príncipe azul está en mi desde que era una niña de 6 años y debi irlo a rescatar a la casa de mi vecina.
Teníamos una lotería de Walt Disney donde en tarjetas venían los personajes de las películas y cuentos como Alicia, Peter Pan, La Cenicienta y por supuesto no podía faltar el Principe Azul. Felipe, como era conocido en el bajo mundo.
Todo era armonía en mi candoroso universo, hasta que Silvia, mi prima y vecina, sustrajo al Príncipe y a escondidas de todas se lo llevó a su casa. Fue tanto el desconsuelo que decidimos ir a luchar por él, creamos todo un batallón de chiquillas, y nos dirigimos a la vivienda de mi prima, que como toda mazmorra que se haga respetar, era una casa de dos pisos.
Desde ese día, yo seguí ese patrón, y así empecé el empinado camino en búsqueda del príncipe azul.
Muchas veces persiguiéndolo, buscándolo, y por sobre todo, rescatándolo. Porque desde ese momento he descubierto que en diferentes etapas de mi vida, he sido la maternal Wendy, Alicia detrás del escurridizo conejo blanco, la indiferente Bella Durmiente y hasta la Cenicienta que corre dejando tirada su zapatilla de cristal.
He besado muchos sapos y aunque no se han convertido en príncipes, por lo menos han dejado un sabor a vida en mis labios. ¡Con babas y todo!
Me he topado con lobos con piel de oveja, Garfios que han desgajado mi corazón, hobbits con patas olorosas, ogros gruñones, dragones con aliento a peste, elfos aplayaditos y todo una gama de seres extraños , que más que novios parecen todo un batallón de personajes de los cuentos.
Ahora ya a los más de 30 años, he aprendido a disfrutar de este gran "cuento" en el que vivimos y aun persisto en la búsqueda de ese príncipe que aunque sea desteñido, me tome de la mano, me coloque el zapatito de cristal que calce adecuadamente y así juntos demos vida a un solo cuento en común.