Regreso al Ojo

El Ojo de Agua fue uno de mis lugares favoritos de mi juventud. Durante mis años mozos iba al menos dos veces por semana. Primero porque era adicta al bronceado con mantequilla y canela. Segundo porque allí me iba de caceria. Ojo que los dos motivos tienen un oscuro futuro.
Al Ojo regresé este fin de semana después de 10 años de no ir y me gustó encontrarme con esas aguas no tan calmas de mi vida.
Recordé ese día en que muchos nadaban en aguas etílicas antes del concierto de Luis Enrique, recordé el día en que junto a mis amigas llegamos al récord de 10 teléfonos de chicos a los que nunca llamamos, recordé esa tarde en que me escapé con ese primer amor allá por la montañita más alejada del lugar.
Ahora a mis 31 años me di cuenta de que al Ojo también se va a nadar, y eso hice, unos 5 minutos por lo menos, ya que mis huesos no aguantan cruzar la piscina completa para estar cerca de ese chico de Cartago, toda una romería. Ahora prefiero que sea él quien sude la gota gorda. Es menos efectivo y rápido, pero aquel que haga tal esfuerzo merecerá más la pena.